jueves, 9 de octubre de 2014

Por eso tanto silencio, por eso tanto vacío.

Me niego a aceptar que no hay cosas hermosas en el mundo. Si que las hay. Las veo, las reconozco, trato de disfrutarlas. Pero, sinceramente, estos días de tristeza no me apetece escribir sobre ellas. 

Por eso tanto silencio, por eso tanto vacío.

Tengo en la recámara hablar de mi hijo, de sus cosas; hablar de mi banda, a la que echo de menos; hablar de mis perros, de los fines de semana de aventuras; hablar de los amigos de la infancia, de los amigos de siempre y de los amigos adultos. Hablar de LUCI y de su omnipresencia; de SuperLopez y su caspa; del fenómeno iPhone y como se puede cambiar el mundo desde un garaje. Hablar de Chester y el hermano mayor y Sabina... Hablar de la revolución de internet, de la que solo vemos los primeros pasos; de Ensayo sobre la ceguera y los abrazos a los árboles. Hablar de los proyectos con otras personas y sus claroscuros; hablar de mi guitarra y mis pedales. Tengo medio escritas cuatro entradas, pero la verdad es que de un tiempo a esta parte no me apetece terminarlas.

Los cobardes campan a sus anchas, y una generación aferrada al poder domina el mundo. Una generación de hipócritas imbéciles e ignorantes. Y esto no es una cosa bien hecha. Las noticias, los desvergonzados, la inercia ilógica que mueve el mundo, la sensación de irrealidad, la morriña constante, la falta de apego, la brutalidad poética, todo eso me quita la respiración.

Nos veremos cuando coja aliento.