jueves, 25 de junio de 2015

Una ruta para melómanos.

Los viajes en coche dan para mucho. Ya sea sólo o acompañado, siempre hay espacio para pensar, para poner en orden algunas ideas y para escuchar buena música. En los últimos años he hecho bastantes kilómetros acompañado por alguno de mis peludos. Esos kilómetros son oportunidades para desempolvar viejos discos y dar un poco de aire a mi melomanía. 

Hace unas semanas hice mil kilómetros en dos días acompañado por Bilbo. (Bilbo es mi precioso perro, un Boyero de Berna del que cualquier día haré una entrada, porque tener un Bilbo es una cosa bien hecha.) A lo que iba. Lo bueno de viajar con Bilbo es que me deja elegir la música, al él todo le vale. Siempre que voy a hacer un viaje en coche intento preparar un poco el repertorio, y esta vez me dio la vena melancólica y nostálgica y cargué mi iPhone de los discos que escucha de chafar. Desde los primeros de Héroes -hacia años que no escucha El espíritu del vino- hasta The great scape de Blur, What´s de story (morning glory)? de Oasis, Joyride de Roxette, La flaca de Jarabe de Palo, Waking up de neighbours de Bryan Adams, el Black de Metallica, todos los de Deliriou5?, el Urban Hymns de The Verve, el Dookie de Green day y muchos muchos más. Al revolver en mi biblioteca, en la digital y en la tangible un disco me llamó la atención - madre mía, cuanto tiempo hace que no escucho yo el Más de Alejandro Sanz!- Pues ala, "palasaca" (Palasaca que quiere decir en realidad agregarlo a la biblioteca del iTunes del iPhone)
El Más es el primer disco que me regalaron. Fueron mis hermanos las navidades del 97. Y desde entonces me acompaña. Para ser sincero me acompaña, pero metido en algún cajón o caja, o maleta. En cualquier caso durmiendo el sueño de los justos desde hace años, sin que nadie lo despierte. Pero al verlo ahí, tan negro, tan viejito.. (ya se que no es tan viejito, pero esa fue mi sensación, y al final de eso vivimos, de sensaciones.) me apeteció escucharlo.

En el coche, una vez bien entrado en Portugal, enchufé el iPhone y puse un aleatorio. La quinta canción que sonó fue “Siempre es de noche” (en el enlace podéis ver el videoclip, pero es terrible...). Me quedé asombrado del sonidazo de la canción, y también de la letra. Aunque la había escuchado muchísimas veces nunca me había dado cuenta de qué es lo que cuenta. Automáticamente busqué el disco y lo escuché de principio a fin.

-Pero vamos a ver! Lo tuyo no era el rock??- Sí, sí, no se me subleven. Lo mío sigue siendo el rock, no me he vuelto moñas a estas algutas de la vida. Pero algún escarceo por los estilos colindantes, tanto hacia el heavey como hacia el pop, hago de vez en cuando.

Sonaba en mi coche un disco que me había acompañado casi toda mi vida. De cajón en cajón, de piso en piso, en cada mudanza (que en mi época universitaria fueron unas cuentas), en cada paso, el Más de Alejandro dormía el sueño de los justos semiolvidado en algún sitio entre mis enseres. Pero hoy el disco sonaba más grande que nunca, y llenaba mi oído y mi mente. El Más es un disco fantástico. ¿Por qué?
            La calidad de las canciones. ¿Qué es una buena canción? Difícil pregunta -entonces cómo me atrevo a decir que estas son buenas canciones?- Pues bien. Todas las canciones del Más tienen una estructura clásica. Tienen melodías sencillas, agradables, poco forzadas pero con registros amplios (no son mono-nota ni tri-acorde). Son fáciles de escuchar, pegadizas desde la primera vez que las escuchas. Suenan tremendamente orgánicas y naturales. El Más es un disco accesible a todo el mundo que quiera acercarse a él.

            El sonido. El Más suena y funciona. Cada instrumento está donde debe. Los planos perfectamente colocados para que detectemos cada detalle. Sin sobrecargas, siempre buscando un sonido brillante. Las baterías se alejan claramente de los procesos de los ochenta, que en España dejaron colas hasta casi terminar los noventa, y por supuesto lejos también de las hipercompresiones que se usan ahora para todo. La voz clara, sencilla, sin autotunes evidentes (ese efecto maldito tipo Cher). Una voz con grandes registros, muy viva y expresiva.

            Es muy variado. Temas cercanos al flamenco, a la balada más pura, a la balada rock, al pop. También es variado en cuanto a temático. Es un disco con tempos y formas variadas que consigue mantener la firma, mantener un concepto de sonido estable. Cuando escuchas una canción del Más fuera de contexto, sabes que es del Más.

            Las letras. Alejandro trabaja mucho las letras. Hay canciones de amor y desamor, como casi siempre ocurre en los cantautores pero hay mucho más. Canciones como Siempre es de noche, La margarita dijo no, Y si fuera ella, Amiga mía... tienen letras que valen mucho la pena. La próxima vez que las escuches fíjate en ellas.

            Los coristas y las armonías. Me llamó muchísimo la atención la calidad de las armonías en las voces. A veces, los cantantes solistas parecen despreciar el poder de una buena armonía vocal. Aquí se ve la mano de los productores italianos, que siempre tienen tanto gusto.

            Los arreglos. El disco suena muy italiano. Tiene alguna relación con discos posteriores de Sergio Dalma, o con discos de Eros Ramazzotti. Los arreglos son finos, sencillos, nada cargantes y bien ejecutados. En “El alma al aire”, el siguiente disco de Alejandro, participaron grandísimos músicos internacionales, pero este disco no se queda atrás, con músicos más humildes, o al menos no tan reconocibles el resultado es para nota.

Alejandro, a pesar de no ser mi favorito, es un hombre respetado en la industria. Más de veiticinco millones de discos vendidos le avalan. Lo voy a escribir en número que parece más: 25.000.000 de discos vendidos!! Un doctorado honoris causa por la prestigiosa universidad de Berckey, dieciséis Grammy latinos y tres Grammy anglosajones… su éxito es incuestionable. Pero lo mejor de todo es que, después de muchos años, he podido disfrutar muchísimo con esta especie de revival musical, rescatando un disco de mil novecientos noventa y siete, y sigue sonando bien. No ha envejecido, como otros discos de la época que ya pueden sonar extraños, el Más suena actual.
Lo único malo "entrecomillas", lo que menos me gusta las fotos del libreto. Alejandro se caracteriza por esos ojos tan oscuros y una mirada que transmite una cierta, no sé... tranquilidad, o buen rollito. No sé exactamente qué es, sin embargo, en el Más querían potenciar una especie de imagen de malote a lo Bunbury en Radical Sonora (la foto le la portada del Más parece Bunbury en su Saloméiiiiieeeeee)





El Más de Alejandro Sanz es un disco bien hecho. Os invito a todos a redescubrirlo.

martes, 23 de junio de 2015

Con reposo de té de las cinco, pero tomaba café.

La experiencia es un grado. O tal vez dos. 
Una vez me encontré compartiendo mesa con un octogenario sabio y culto, acostumbrado a las ponencias y al estrado. Su conversación estaba llena de poso, de significancia profunda. En algún momento de su vida adoptó la técnica del acróstico para sus ponencias. Cuando te encuentras con alguien así no puedes hacer menos que prestar tu oído, porque todo lo que destila de esas personas es oro puro. En la sobremesa, y después de una buena comida nos dijo: “El buen café debe ser Caliente, Amargo, Fuerte y Espeso”. Aquel hombre, como buen Galés, hablaba despacio, con cierta calma, como midiendo las palabras; con la tranquilidad del que tiene el trabajo ya hecho y con flema inglesa; con reposo de té de las cinco, pero tomaba café.
El café es una bebida mística que hemos domesticado, pero guarda su poder y sus cualidades casi intactas. Dos mil doscientos cincuenta millones de tazas de café se consumen al día en el mundo, y aún así no conseguimos banalizarlo. Y es que, en cada una de sus multiples formas, el café siempre es algo especial.
El café matutino. A morning without a coffe is like sleep.
El café de la media mañana. Una brecha en el espacio tiempo para desconectar y retomar fuerzas. Un breve momento para ti. Tuyo. Que te reorienta, te redirige, te enfoca. Un respiro rutinario que rompe la rutina.
El café postprandial. El café que combina con el mejor postre: la sobremesa. El café que muchas veces viene seguido de un segundo café, porque, ya que estamos sentados, juntos y charlando, vamos a estirar un poco el tiempo con otra taza.
El café de la media tarde. Que algunos ya prefieren menos cargadito, o directamente descafeinado.
El café de la noche. Cuando la noche está comenzando, sean las once, las doce o las tres de la mañana.
El café del reenganche. Te lo tomas cuando hace 24 horas que no duermes y esperas aguantar otras 12.
El café del estudiante. Que se hace a primera hora y dura todo el día. Que mancha los apuntes de Fisicoquímica, y que consigue mantenerte centrado.
El café del que tiene prisa. Quema la boca y arde en la lengua –la próxima vez lo pido templado-
El café del que no tiene prisa. Que se toma lentamente, se sabore y nos conecta inconsciente mente con las leyes del hedonismo más primario –me tomo un café, simplemente por quiero, porque me hace disfrutar de un momento agradable.-
El café de las cosas importantes. Ese que te tomas como excusa para charlar con un amigo. Que acompaña historias, que moja churros, que aromatiza conversaciones trascendentes e intrascendentes.
El café del futuro un tanto incierto. Ese que acompaña tus reflexiones, que colabora en tu enfoque, que tomas cuando hay elegir un camino.
El café que deseas y no siempre tomas. El que quieres tomar con todos los amigos que hace tiempo que no ves. Que siempre nombras, pero que no siempre cumples.
El café es una bebida mágica. Su color oscuro, su potente aroma, su inyección de energía. Un café puede dar sentido a toda una mañana, o puede llenar de significado una tarde. Un café cuando estás solo significa reflexión, y cuando estás con amigos aporta una chispa. Un café es una pausa en el camino, un recuentro con tu yo pasado y todos los cafés que ha tomado. Un salto temporal hacia lo intemporal.
Tomarse un café, aunque sea en un Starbucks, siempre es una cosa bien hecha, un momento para disfrutar. Te invito a que, en tu próximo café, te pares un segundo a pensar en su significado, en la cantidad de veces que te ha ayudado, que te ha acompañado. Hay que disfrutar de las cosas pequeñas, de las de todos los días.

Ahora mismo, lo que más me apetece es tomarme un buen café contigo.