El mundo está lleno de cosas horribles. Sí, todos (o casi) estaremos de acuerdo en esto. El caso es que gastamos demasiado tiempo y esfuerzo en esas cosas horribles. Pues yo paso. No pienso gastar más recursos en las cosas mal hechas. No vale la pena. Las cosas mal hechas solo sirven para aprender cómo no se hacen. Aprendido eso, a otra cosa mariposa.
Sin embargo, entre mucha mediocridad, entre tanto gris de vez en cuando aparece un cuadro a colores, algo bien ejecutado, con sentido. Las cosas bien hechas están ahí fuera, esperando a ser encontradas y disfrutadas.
Todavia hay pequeños reservorios de belleza, de cuidado, de cosas hechas con cariño, con tiempo, con esmero. Todavía hay pequeños detalles dignos de los museos, dignos de pasar a la historia. Todavía hay conversaciones que no deseo que acaben, amigos con los que tengo mucho que hablar. Todavía hay momentos perfectos, en los que todo encaja. Eso es lo que yo quiero rescatar, el gusto por comentar lo bueno y disfrutarlo intensamente.
A mi me gustan las cosas bien hechas.
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