viernes, 4 de julio de 2014

Un hombrecillo no puede volar por el espacio solo con una camisa con alas.

Un hombrecillo no puede volar por el espacio solo con una camisa con alas.

Los cuentos. Pequeñas ventanas hacia la mente de los niños que nos permiten ver un momento con sus ojos. Relatos cortos y coloridos que nos hacen sentirnos pequeños de nuevo. Me hacen darme cuenta de que veo el mundo a través de un cristal que yo mismo he construido, con unos prejuicios, con unas ideas preconcebidas. Pero los niños pueden ver más allá de ese cristal.

Cuantos más cuentos leo más me apasionan.

Tengo dos cuentos favoritos. El primero es La aventuraformidable del hombrecillo indomable, de Hanx Traxler, editado por Anaya. Una oda al surrealismo con forma de cuento infantil. Un libro corto, en verso y con unas fantásticas ilustraciones. Mágicas aventuras y geniales imágenes mentales pueblan sus hojas, como la de un hombre transportado de un país a otro por una bandada de gallinas que tienen que hacer un alto en el camino. Se nota que es un cuento clásico, las ilustraciones parecen hechas a lápiz y pintadas con más lápices de colores. Y eso le da un toque vintage. Me lo sé de memoria. De cabo a rabo. Y lo recito cual Canción del Pirata de José de Espronceda en cuanto tengo ocasión. La gente me mira… porque como buen poema surrealista sin las ilustraciones no tiene ningún sentido. Aunque.. ahora que lo pienso... con las ilustraciones tampoco lo tiene. Pero me da igual. Ningún libro del mundo nos presenta un viaje más loco y rápido y tiene tantas aventuras en menos palabras. El protagonista recorre por lo menos desde China hasta Europa, y termina en la luna. Sin escafandra ni traje de astronauta ni nada. En los cuentos esas cosas no hacen falta. Lo estropearían. Los mayores necesitamos que todo tenga coherencia –Ah! El hombrecillo no puede volar por el espacio solo con una camisa con alas. –Y eso quién lo dijo? Un tipo muy aburrido, seguro. Pues este hombrecillo valiente, sin pena, gloria ni nombre, sí que puede. Es más, lo hace cada noche, cuando le recito el cuento a mi hijo.





El otro cuento es “Moncho e a mancha” de Kiko Dasilva (en el link os dejo su Blog), editado por Kalandraka. A mí me gusta más en gallego aunque también está editado en castellano. Es un libro encantador que aproxima a los niños al mundo del arte (niños y no tan niños) y les anima a acercase a sin prejuicios, sin límites, dejando volar su imaginación. Moncho pintaba todo lo que se ponía a su paso, la cama, el mantel… un día hasta pintó a su abuelo! -Pero cómo que pintó a su abuelo? - Pues pintándolo! es un cuento infantil, Moncho puede pintar en cualquier sitio. Ay! Siempre el mayor con sus paranoias. -En una ocasión, después de estar dedicado a su arte, descubrió una preciosa mancha negra sobre un papel blanco. Entonces Moncho decide ir a buscar qué representa esa mancha, pero nadie se atreve a resolver el misterio hasta el final.

La edición en gallego viene con las tapas duras, a todo color y con unas imágenes preciosas. Os dejo algún ejemplo. Las ilustraciones están hechas como una escultura cerámica y de cemento policromado. Se percibe la tridimensionalidad y esto de la un toque de realismo. Ya os digo que yo no soy un gran conocerdor de los cuentos infantiles, pero esta técnica me parece preciosa.

Sin embargo, y sin desmerecer la parte artística que es sublime, lo que más me gusta del cuento es que resulta inspirador. Inspira ver como una simple mancha en una hoja de papel lleva a Moncho a investigar sobre su propia obra, en realidad escava en su propio interior y de esa forma invita a los niños a hacer lo mismo. Investigar, soñar, viajar, descubrirse a uno mismo. Al final el viaje de Moncho es un viaje de autoconocimiento, de autoafirmación, un viaje que todas las personas deben hacer. Mejor hacerlo con libertad, como un divertimento, tal cual lo hace Moncho, que cargados de  complejos y de prejuicios contra nosotros mismos que es como terminamos haciéndolo. Puede que sea el viaje interno, de alguna manera hacia la madurez, aunque Moncho siga siendo un niño, menos traumático que he visto, leído, escuchado o vivido alguna vez. Al final Moncho no cede, simplemente descubre quién es y ese descubrimiento cambiará el resto de su vida.

La aventura formidable del hombrecillo indomable y Moncho e a mancha son cosas bien hechas. Estoy seguro de que en este mundo de cuentos que estoy a punto de descubrir encontraré muchos más. 



PD1. Hans Traxler es un ilustrador alemán que nació en 1929. Escribió varios libros infantiles, pero el de más trascendencia es La aventura formidable del hombrecillo indomable.

PD2. Kiko Dasilva, nació en 1979 y se licenció en Bellas Artes. En este libro nos acerca al trasfondo del arte modermo de una forma sencilla, pero convincente, clara, concisa. Es un humorista gráfico gallego director y creador de revistas de “banda deseñada” como Retranca y BdBanda.

martes, 1 de julio de 2014

Déjate llevar.

Hace poco paseaba por Pontevedra y me encontré con unos buenos amigos de mis padres (y padres de buenos amigos míos). Tuvimos una conversación que me dejó pensando. Después de saludarnos amigablemente y descubrir que “todos estábamos bien” me preguntaron –¿vives aquí?, ¿en Pontevedra? –ojala. Contesté ojalá. Rápidamente cambié la respuesta, - bueno, yo me crié aquí. Le tengo cariño a Pontevedra y venía pensando en lo bonita que está. Estoy muy bien donde estoy.

Supongo que los sitios donde viviste de pequeño se te quedan grabados en la mente. Sobre todo si fuiste feliz. ¡Hay tantos buenos recuerdos escondidos en las calles de Pontevedra! Me fui de allí con 16 años, y la verdad es que me fui contento. Me mudé más cerca de mis amigos, más cerca de mis aficiones y más cerca de la playa. No me costó nada dejar tres lustros de urbanidad para irme a vivir al pueblo. Nada de nada. Pero eso lo quiere decir que mantenga una relación estrecha con la ciudad que me vio crecer.

En Pontevedra hay un lugar excepcional. Una especie de santuario de ambiente oscuro y cargado, lleno de gente hablando bajito. Un respeto reverencial hacia el arte contenido en aquel lugar lo envuelve todo. Al menos así es como yo lo recuerdo.

En aquel lugar hasta el más extraño era aceptado como uno más. De alguna forma todos los que estaban allí eran proscritos, bichos raros, gente extraña que hablaba de otros mundos, de otras lenguas. Un vínculo, un acuerdo que nadie se atrevía a verbalizar empapaba el santuario, un pacto de respeto y armonía. Difícilmente podías encontrarte con alguno de estos seres en las calles y mucho menos en los parques, o en las canchas de fútbol. Sus aficiones eran otras, sus intereses mucho más elevados. Barba, pelo largo, gafas y unos cuantos dados en el bolsillo en honor a Gary Gygax eran las señas de identidad. Móviles sonando con un mitiquísimo Re Mi Do Do Sol, Nokias 3210 intentando reproducir la Marcha Imperial. Roleros, otakus, fieles de Marvel o seguidores de DC Cómics; Warhamer gamers, aficionados a la fantasía y a la ciencia ficción, trekies y seguidores de Dragón Ball. Paz era un lugar de descanso para mentes inquietas.

Ahora es muy fácil ser un poco freak. Ya está asumido, ser freak es de lo más mainstream. Pero hace 15 años la historia era diferente.

La semana pasada pasé por Pontevedra. No pude resistirme, entré en la librería Paz. Estaba cambiada, era más luminosa, no sé. Más amplia. Las estanterías de los cómics estaban dispuestas de una forma diferente. Tal vez más lógica. Había poca gente dentro, y hablaban sin respetar aquel silencio que recordaba. Había mujeres dentro de la librería, eso nunca pasaba entonces. Entré hasta el fondo, donde podías revolver en los cómics, y aquellas mesas con separadores de cartón seguían allí. No me atreví a preguntar si les quedaba algún Dragon Fall, o si Neko seguía existiendo. Fui a la zona de fantasía y allí seguían las versiones de El señor de los Anillos ilustradas por Alan Lee, El Hobbit anotado y por supuestos todos los libros de Úrsula K Le Guin, los de Martin (no solo Canción de hielo y fuego), los de Terry… a la derecha ví un pequeño resto de productos de Warhammer 40.000
…  y recordé a tanta gente montando ejércitos de Warhammer… Recordé tantas horas de mazos y de Magic. La esencia de la librería seguia allí. Depués de tantos años, después de tanta crisis. Aquellas paredes seguían impregnadas del frikismo de cientos de chicos que pasaban sus días pintando soldados, debatiendo sobre si la muerte de Gandalf, buscando los cómics de Dragón Ball que estaban entintados como los originales (al revés), que discutían si dejar D&D y internarse en el rol de CyberPunk o en Vampiro.
Allí dentro tuve una hermosa sensación de añoranza. Sin tristeza, sin amargura. Me dejé llevar y recordé el tacto de los cómics en mis dedos mientras buscaba el que me interesaba, el olor a tinta que te inundaba al entrar, la emoción de llevarte a casa algo nuevo. Las preguntas sobre el rol, las tardes de Cyberpunk con Garu. Y tantas cosas más.
Hable un rato con el librero, se quejó de la crisis, ¡cómo no! Pero ahí seguen, al piel del cañón. Tantos años después. Por supuesto no pude irme sin un recuerdito… pienso volver. Pienso volver a menudo. Pienso volver tanto que me haga un habitual.

Te propongo algo. Haz memoria de un lugar donde ibas de joven, de adolescente, un lugar que siga en pié. Ve, mejor si puede ser solo. Entra y déjate llevar por las sensaciones, por los recuerdos. Regresa a tu juventud y disfruta del regreso. Céntrate en lo bueno. Olvídate de si ya no es lo mismo, o que si antes te gustaba más. Céntrate en recordar las sensaciones que viviste allí, e intenta percibir si todavía queda algo de todo aquello. A veces dejarse llevar los recuerdos es una cosa bien hecha.